y que puede haber de los demas
sino recuerdos, sino sueños sin forjar.
ni tristeza, ni melancolia.
solo el recuerdo opaco, de unos ojos.
viernes, 29 de enero de 2010
domingo, 17 de enero de 2010
Rojo Cereza
Una cereza en la vagina.
Te observo, sentado mirando con interés mi juego, piensas que busco seducirte, pero hace años que estás en mis dominios, se que lo sabes, pero no lo aceptas…
¿A que le temes?
Saco y meto la cereza a voluntad, se embebe de mis jugos.
¿Qué piensas?
Mirando la cereza pierdes toda conciencia, te entregas por completo a ese húmedo color que nos alimenta; rojo, pasión, desenfreno, lujuria…
El único sonido en la habitación es el del aire entrando y saliendo de ti, el sudor perla tu frente y tus uñas se entierran el sillón, buscas un indicio, esperas una orden, son las reglas… casi siempre las sigues.
¿Qué vas a hacerme cuando te lo permita? ¿Qué me vas a hacer a mí? ¿Qué le vas a hacer a la cereza?
¡Se me escapa!
La cereza se hunde demasiado dentro y en esta posición, recostada, bocarriba, no puedo sacarla, no me apuro, no hay tiempo que nos abrume, no hay obligación que nos distraiga, en esta habitación, el objetivo más poderoso es conseguir placer. Me levanto y me siento a horcajadas, tus ojos en mis pechos, en mis ojos, en mis labios, me escuchas pujar y ves los músculos de mi vientre contraerse, no la apuro, me recreo en esa mirada tuya que me escruta completita, que me disfruta reconociendo en cada poro tu terreno, tras algo de esfuerzo la cereza cae con propio peso sobre el edredón; miras mis muslos abiertos chorreando; tu pene tiene un par de espasmos que te obligan a llevar la cabeza hacia atrás que como un chicotazo devuelve tu atención a mí.
Me inclino y busco la cereza con la boca, me miras, la sostengo con los
dientes, bajo de la cama y con las manos en la espalda, camino hacia ti, me inclino y estirando los labios, sumisamente, te ofrezco la cereza.
Te observo, sentado mirando con interés mi juego, piensas que busco seducirte, pero hace años que estás en mis dominios, se que lo sabes, pero no lo aceptas…
¿A que le temes?
Saco y meto la cereza a voluntad, se embebe de mis jugos.
¿Qué piensas?
Mirando la cereza pierdes toda conciencia, te entregas por completo a ese húmedo color que nos alimenta; rojo, pasión, desenfreno, lujuria…
El único sonido en la habitación es el del aire entrando y saliendo de ti, el sudor perla tu frente y tus uñas se entierran el sillón, buscas un indicio, esperas una orden, son las reglas… casi siempre las sigues.
¿Qué vas a hacerme cuando te lo permita? ¿Qué me vas a hacer a mí? ¿Qué le vas a hacer a la cereza?
¡Se me escapa!
La cereza se hunde demasiado dentro y en esta posición, recostada, bocarriba, no puedo sacarla, no me apuro, no hay tiempo que nos abrume, no hay obligación que nos distraiga, en esta habitación, el objetivo más poderoso es conseguir placer. Me levanto y me siento a horcajadas, tus ojos en mis pechos, en mis ojos, en mis labios, me escuchas pujar y ves los músculos de mi vientre contraerse, no la apuro, me recreo en esa mirada tuya que me escruta completita, que me disfruta reconociendo en cada poro tu terreno, tras algo de esfuerzo la cereza cae con propio peso sobre el edredón; miras mis muslos abiertos chorreando; tu pene tiene un par de espasmos que te obligan a llevar la cabeza hacia atrás que como un chicotazo devuelve tu atención a mí.
Me inclino y busco la cereza con la boca, me miras, la sostengo con los
dientes, bajo de la cama y con las manos en la espalda, camino hacia ti, me inclino y estirando los labios, sumisamente, te ofrezco la cereza.
CCHros

¿Tantos años?
¿Cuántos?
Los suficientes, para tener una amiga psicóloga y un amigo médico, y una QFB que no sé porque no está en la foto... cuanto nos sabemos y cuanto nos falta por conocernos, son hermanos sin azar.
No, no es que no tenga muchos amigos, es que los escojo meticulosamente.
No, no es que me aferre a un sentimiento que no he probado; es que ustedes no son como el resto del vulgo.
No, no es que me odie el resto del mundo y ustedes me hayan tenido compasión, es que los amo profundamente por lo que son. Porqué han crecido a mi ritmo.
Me gusta reconocer en sus miradas el paso del tiempo, me gusta escucharlos hablar de sus sueños, e interpretar en sus tonos las pedradas que les ha dado la vida, lo que han visto y aprendido y los pozos en los que les falta caer.
No, no es algo tan sencillo y tan vulgar como el chicle en el zapato…
¿Pero quién puede entenderlo?
Antes lo mal interpreta.
Pero a palabras necias, oídos sordos.
jueves, 14 de enero de 2010
Deseos de noches viejas
-somos uno en dos partes
que sufren por su cuenta-,
Yo no sé de donde te conozco, le digo al humo del cigarrito que me acompaña a recibir el año (porque retrato tuyo no tengo); he comido mis doce uvas y recuerdo la primera vez que pedí por ti, una de aquellas en mi boca, con tu nombre; la segunda vez que pedí por ti, una de ellas en mi vagina, con tu nombre; la tercera vez que pedí por ti, una en mi vagina, otra en mi ano… Te lo dije, siempre lo supiste y te emocionaste. Cada año esperaba recibir contigo el siguiente...
Pero ya me ves, aquí sola, yo, con mis doce uvas y un cigarro…
Como si el amor fuera más que una idea, un sentimiento, la totalidad de la creación… él amor… amor… tal vez sólo sea un absurdo…
Pero así nos mantiene, como único hierro al que nos aferramos, él único hierro que nos queda; sin él… no sé, el suicidio, la sinrazón (si, si, me estoy justificando, como si no viviera toda yo en una sinrazón).
¿Qué se pide tras tres años de clamar un mismo nombre?
No sé… tengo tantas cosas que pedir: la aceptación, la compañía, la lucidez… un beso… uno bien intencionado, claro…
Porque a demás tengo, de las pocas supersticiones que me cargo, la creencia de que lo que pido la noche vieja, se me cumple; cuando pedía no saber de ti, y lo pedí por muchos años, no aparecías, no te conocía, no te atravesabas en mi camino. Pero el año que pedí por ti, apareciste, así de voraz, así de violento, así como todo lo que tú sabes…
Nunca he pedido que te vayas
…Y se acabó el cigarro… pero no enciendo otro, porque he estado muy enferma de la
garganta. Me tiendo en el sillón, sólo pensando, tantas cosas que piensan las personas solas las noches de navidad y año viejo… tonterías…
¿Qué puedo pedir?
¿O desperdiciar la oportunidad?
Tanto que pedir, todo tan gastado y tan patético, tan desesperanzador, si tengo que pedirlo es porque no lo tengo y que además estoy a expensas de una caridad lejana y ajena.
De cualquier manera ya sé que nombre tienen mis uvas.
…las doce y todo sereno…
1. ¿Pediste tú por mí?
2. Nunca he sabido que pides, si es que pides cada año o si lo has hecho por mí.
3. ¿Qué tanto de lo que me has dicho es cierto?
4. ¿Por cuales frases debo llorar?
5. ¿En cuales debo regocijarme?
6. Quizás no tenga razón para regocijarme
7. Un tapete tiene más dignidad
8. Si pudieras escucharme
9. Pero a veces es imposible que escuches
10. A mí también se me dificulta escuchar
11. El próximo año contigo… ¿es mi deseo?
¡No!
12. ¡Por favor, por favor, por favor!
O su perdón o su completo e inapelable rechazo.
Yo no sé de donde te conozco; yo no sé porque…
desesperadamente algo nuestro se busca
sin ayuda de nada algo nuestro se encuentra
Gloria Fuentes
Cuando el amor no dice la última palabra
Gloria Fuentes
Cuando algo nuestro intacto
se funde y me confunde
-somos uno en dos partes
que sufren por su cuenta-,
desesperadamente algo nuestro se busca
sin ayuda de nada algo nuestro se encuentra.
La unión se realiza,
la ausencia no atormenta,
el dolor se desmaya,
el silencio se expresa
-cuando el amor no dice
la única palabra
está escrito el poema-.
Alto profundo es esto que nos une,
esto que nos devora y que nos crea;
ya se puede vivir
teniendo el alma
cogida por el alma
del que esperas;
pena es tener tan sólo una vida
-sólo una vida es poco
para esto
de querer sin recompensa-.
que sufren por su cuenta-,
Yo no sé de donde te conozco, le digo al humo del cigarrito que me acompaña a recibir el año (porque retrato tuyo no tengo); he comido mis doce uvas y recuerdo la primera vez que pedí por ti, una de aquellas en mi boca, con tu nombre; la segunda vez que pedí por ti, una de ellas en mi vagina, con tu nombre; la tercera vez que pedí por ti, una en mi vagina, otra en mi ano… Te lo dije, siempre lo supiste y te emocionaste. Cada año esperaba recibir contigo el siguiente...
Pero ya me ves, aquí sola, yo, con mis doce uvas y un cigarro…
Como si el amor fuera más que una idea, un sentimiento, la totalidad de la creación… él amor… amor… tal vez sólo sea un absurdo…
Pero así nos mantiene, como único hierro al que nos aferramos, él único hierro que nos queda; sin él… no sé, el suicidio, la sinrazón (si, si, me estoy justificando, como si no viviera toda yo en una sinrazón).
¿Qué se pide tras tres años de clamar un mismo nombre?
No sé… tengo tantas cosas que pedir: la aceptación, la compañía, la lucidez… un beso… uno bien intencionado, claro…
Porque a demás tengo, de las pocas supersticiones que me cargo, la creencia de que lo que pido la noche vieja, se me cumple; cuando pedía no saber de ti, y lo pedí por muchos años, no aparecías, no te conocía, no te atravesabas en mi camino. Pero el año que pedí por ti, apareciste, así de voraz, así de violento, así como todo lo que tú sabes…
Nunca he pedido que te vayas
…Y se acabó el cigarro… pero no enciendo otro, porque he estado muy enferma de la
garganta. Me tiendo en el sillón, sólo pensando, tantas cosas que piensan las personas solas las noches de navidad y año viejo… tonterías…
¿Qué puedo pedir?
¿O desperdiciar la oportunidad?
Tanto que pedir, todo tan gastado y tan patético, tan desesperanzador, si tengo que pedirlo es porque no lo tengo y que además estoy a expensas de una caridad lejana y ajena.
De cualquier manera ya sé que nombre tienen mis uvas.
…las doce y todo sereno…
1. ¿Pediste tú por mí?
2. Nunca he sabido que pides, si es que pides cada año o si lo has hecho por mí.
3. ¿Qué tanto de lo que me has dicho es cierto?
4. ¿Por cuales frases debo llorar?
5. ¿En cuales debo regocijarme?
6. Quizás no tenga razón para regocijarme
7. Un tapete tiene más dignidad
8. Si pudieras escucharme
9. Pero a veces es imposible que escuches
10. A mí también se me dificulta escuchar
11. El próximo año contigo… ¿es mi deseo?
¡No!
12. ¡Por favor, por favor, por favor!
O su perdón o su completo e inapelable rechazo.
Yo no sé de donde te conozco; yo no sé porque…
desesperadamente algo nuestro se busca
sin ayuda de nada algo nuestro se encuentra
Gloria Fuentes
Cuando el amor no dice la última palabra
Gloria Fuentes
Cuando algo nuestro intacto
se funde y me confunde
-somos uno en dos partes
que sufren por su cuenta-,
desesperadamente algo nuestro se busca
sin ayuda de nada algo nuestro se encuentra.
La unión se realiza,
la ausencia no atormenta,
el dolor se desmaya,
el silencio se expresa
-cuando el amor no dice
la única palabra
está escrito el poema-.
Alto profundo es esto que nos une,
esto que nos devora y que nos crea;
ya se puede vivir
teniendo el alma
cogida por el alma
del que esperas;
pena es tener tan sólo una vida
-sólo una vida es poco
para esto
de querer sin recompensa-.
sábado, 9 de enero de 2010
Otra vez!
Bajo tu pie
¿Qué me pasa?
¿Dónde está mi dignidad?
¿Dónde está mi soberbia?
¿Dónde está tu ternura?
Todo lo que tuve lo perdí
Benditas historias
Malditas historias
Solo ellas me quedan
¿Qué pasa?
¿Qué me pasa?
¿Por qué no puedo dejar de comer?
¿Qué me pasa?
¿Dónde está mi dignidad?
¿Dónde está mi soberbia?
¿Dónde está tu ternura?
Todo lo que tuve lo perdí
Benditas historias
Malditas historias
Solo ellas me quedan
¿Qué pasa?
¿Qué me pasa?
¿Por qué no puedo dejar de comer?
miércoles, 6 de enero de 2010
Me tienes aquí
frente a esta página en blanco, con todo a tu atención… ¿Qué te digo? ¿Qué te hablo? Como si algo pudiera conmoverte… me muero o me matas o nos matamos. Ya no hay de otra.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)